diumenge, 20 de setembre del 2015

COCINAR PARA EVOLUCIONAR



Según el doctor Richard Warngham de la Universidad de Harvard, cocinar los alimentos ha sido clave para la evolución de la especie humana. El antropólogo defiende su teoría mediante la observación del sistema digestivo de los primates. El ser humano, en comparación con un chimpancé tiene el sistema digestivo mucho mas corto, aunque alimenta un cerebro de mayor tamaño. Parece ser que éste “ajuste evolutivo” del sistema digestivo coincidió, hace 1,9 millones de años, con la aparición del Homo Erectus. De la misma manera presentaban unos dientes de menor tamaño, y una reducción del tamaño de la caja torácica y la pelvis.

Cocinar los alimentos nos permitió aportar mas cantidad de energía a través de la alimentación, reduciendo el tiempo y energía dedicada a la digestión, mejorando la asimilación y absorción de los nutrientes, y favoreciendo las relaciones sociales. Esto nos aportó fuerzas para caminar mas distancia, tener un sistema inmunitario fortalecido, e incluso favorecer la transición de la lactancia a la comida sólida durante los primeros años de la vida. Aunque el principal beneficiario del tratamiento de los alimentos fue el cerebro. Por poner un ejemplo, el ácido araquidónico presente en la carne es uno de los ácidos grasos más presentes en el cerebro, y sin ninguna duda, el cocinado de los alimentos facilitó su consumo. El calentamiento de dicho alimento, facilita su digestión y asimilación, por lo que se podían consumir cantidades más abundantes de carne con menor esfuerzo energético y con unos dientes bastante más pequeños.

En uno de sus libros Werngham expone una de sus teorías acerca del descubrimiento y control del fuego. Cree que los antepasados cercanos al Homo Erectus, comían carne cruda, y que para ablandecerla la golpeaban con piedras para hacerla más fácil de digerir. Al golpear piedra con piedra, se producen chispas, por lo que la repetición una y otra vez del proceso, permitió uno de los descubrimientos más importantes de la humanidad.

Según el doctor en neurociencias, al que ya hemos citado en posts anteriores, Francisco Mora: “cocinar ha sido un gran invento, un fenómeno único y distintivo de la especie humana. Invento con el que el hombre no sólo encontró un nuevo placer, sino también una palanca poderosa con la que transformó casi definitivamente su propio cerebro”.

La evolución del cerebro nos permitió evolucionar como sociedad, permitiendo la recolección, conservación y repartición de los alimentos dentro de un grupo. En otras palabras, estableció relaciones sociales entre los miembros de un mismo grupo.

Según Francisco Mora, “para correr de modo eficiente tras la pieza en una sabana seca y de altas temperaturas, debió tener enormes ventajas conocer y memorizar el terreno acotado de caza y cada rincón de charca de agua. Y en ese juego también cerebros más grandes tienen mayores capacidades”.

Cocinar, hoy convertido en un arte, puede haber jugado un papel fundamental en nuestra supervivencia. El tiempo y energía ahorrada en los procesos de digestión y asimilación de los nutrientes, pudo permitir a nuestros ancestros disfrutar de más energía para luchar, huir e incluso pensar para construir herramientas o armas para defendernos.

En parte, me quedo con la idea que el ser humano ha generado mecanismos adaptativos, también a nivel anatómico, para no tener que estar comiendo y haciendo la digestión todo el día. Por las noches, antes de acostarme y destinar la energía a la regeneración orgánica, mi sistema digestivo lo tiene claro: la ensalada con fruta y iogurt desnatado no es una buena elección.

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